Para los culés, hay una realidad que pesa como una losa. El segundo mandato de Joan Laporta no ha seguido la misma estela gloriosa que caracterizó su primera etapa al mando del FC Barcelona. En estos momentos, la ilusión que se respiraba con su regreso se ha visto eclipsada por resultados que distan mucho de aquellos años dorados.
Recordemos el glorioso comienzo de Laporta en 2003, cuando asumió la presidencia en un momento crítico para el club. En solo tres años, revolucionó la institución hasta llevarla a la cima europea.
Conquistando la Champions League en París y culminando con un histórico sextete, con el equipo liderado por Pep Guardiola en su tercera temporada. Fue una época que muchos consideran la cúspide del juego combinado con la experiencia.
Una segunda etapa deficiente
En su primer trienio como presidente, Laporta fichó a 16 jugadores, de los cuales 8 fueron campeones en París, un 50% de efectividad. Sin embargo, en estos tres años de su segundo mandato, con 24 fichajes realizados, solo 10 siguen en el club.
No se ha alcanzado siquiera las semifinales de la Champions, con un 41% de los fichajes fuera del equipo. Es evidente que, aunque los nombres de los fichajes en ambas etapas son igualmente prestigiosos, en la primera etapa hubo una efectividad mucho mayor.
Además, hay un aspecto estructural que muchos culés extrañan. La figura de Txiki Begiristain, quien fuera el director deportivo durante la época dorada y ahora ocupa ese cargo en el Manchester City.
Josep Maria Bartomeu intentó emular esa estructura con Eric Abidal y Ramon Planes, pero la magia no ha sido la misma. A la salida de Ariedo Braida se le sumó la de Andoni Zubizarreta y recientemente la de Guillermo Amor. La dinámica y los tiempos parecen distintos, así como la organización misma del club.
Estrategia fallida
Es innegable que Laporta ha intentado repetir la fórmula del éxito, pero algo ha fallado en el proceso. Quizás sea la conjunción de factores, desde la dirección deportiva hasta la dinámica organizativa. O tal vez, simplemente, las estrellas no se han alineado como en el pasado.
No obstante, como buenos culés, la esperanza nunca se pierde. Desde el primer día de la próxima temporada estaremos allí, con la ilusión de que el equipo pueda levantar otro sextete. Porque, al fin y al cabo, el amor por los colores y la fe en el club superan cualquier obstáculo, incluso las épocas de turbulencia.