La tercera parte del triplete ya es una realidad. La final de Copa ante el Real Madrid tuvo de todo; fases de dominio de ambos equipos, alternativas en el marcador, polémica en las áreas, emoción hasta el final y un desenlace extasiante. De esos encuentros que te deja exhausto en el sofá, sin saber si acabas de ver un partido de fútbol o corrido la maratón de Nueva York. El Barça supo sufrir, en un día en el que arriba faltó la finura de otras ocasiones tocó sacar a relucir la calidad defensiva, esa que no se dedica a marcar goles pero sí a evitarlos, y lo cierto es que gran parte del título cosechado en La Cartuja se gestó desde el trabajo de la zaga culé.
El año del Barça en el plano ofensivo es para enmarcar, eso ni se discute. Pero la finura de la retaguardia, teniendo en cuenta los riesgos que asume partido tras partido el conjunto de Flick, es digna de estudio. Ahí es donde Iñigo Martínez se ha erigido como un pilar fundamental en el esquema del técnico alemán, que desde el primer momento entregó al de Ondarroa el mando de las operaciones atrás, por su experiencia, por su colocación, por su contundencia y por su gran salida de balón. Y el ex del Athletic no le ha defraudado. Con Xavi apenas tuvo presencia en los onces, pero esta temporada se ha convertido en el central más en forma de la plantilla, con el permiso de Pau Cubarsí, y probablemente también del panorama futbolístico internacional.
Iñigo, que a sus 33 años puede ya considerarse un central veterano, consiguió el sábado levantar una Copa que se le había escapado en dos ocasiones. En las filas del Athletic, primero ante el propio Barça y después ante la Real, vio con impotencia como el rival acababa celebrando el título. Pero a la tercera fue la vencida, y con la garra y el empuje que caracterizan al central vizcaíno, se encargó de que el equipo no bajara los brazos cuando el Real Madrid le había dado la vuelta al marcador a 15 minutos del final. De ahí que, con el silbido final que coronaba al Barça, su celebración fuera de las más efusivas que se recuerdan.
Probablemente, uno de los secretos del éxito de este Barça sea combinar a la perfección juventud y veteranía. Iñigo, el Rey León, lidera una zaga en la que capitanea a sus cachorros, unos Pau Cubarsi (18 años), Alejandro Balde (21 años) o Gerard Martín (23 años) que se desenvuelven sobre un terreno de juego con una soltura impropia de su edad. En ataque sucede un poco lo mismo con Robert Lewandowski (36 años) y Lamine Yamal (17 años), combinando jugadores que lo han vivido todo en el mundo del fútbol con otros que empiezan a escribir su historia, y qué mejor manera de hacerlo que yendo de la mano de sus referentes.
En La Cartuja el FC Barcelona conquistó de manera heroica la Copa del Rey. La final no pudo tener un desenlace más emotivo y emocionante. Y si en lo colectivo se tocó el cielo, también en lo individual se repartieron distinciones. Ferrán fue el MVP, pero también pudieron serlo Pedri, Cubarsí, Koundé o Lamine. Y por supuesto, un Iñigo Martínez para el que se nos acaban los adjetivos, un futbolista de esos que se mete en el bolsillo a la afición a base de coraje y entrega. Uno de esos vascos que Johan Cruyff creía indispensable en un equipo que quisiera optar a hacer historia. Se hizo justicia, y con la consecución de este título, el de Ondárroa, también conocido como “Rey León”, obtuvo por fin su corona.