Un jugador de fútbol con el uniforme del Athletic Club de Bilbao gesticula con los brazos extendidos durante un partido.

Un 'no' muy diferente

Un año después Nico Williams vuelve a dar calabazas al Barça. No obstante, la situación es muy distinta a la del verano pasado

 

Una vez más, algo que se daba por hecho en el mundo del fútbol, ha tenido un desenlace completamente inesperado. En este deporte, ya sea en el plano meramente deportivo o en los despachos, nada puede darse por sentado hasta que esté confirmado al 100%. Porque lo de Nico estaba hecho, o al menos eso se vendía desde todas las partes involucradas, el jugador quería venir y el club quería contratar sus servicios. ¿Qué podía salir mal? Pues bien, cuando el dinero importa más que nada y se tiene al representante adecuado para jugar a dos bandas cualquier operación puede torcerse. El pequeño de los Williams seguirá en Bilbao un puñado de años más, donde sacan pecho por retener a un jugador que, al final, lo que ha conseguido es un aumento de sueldo a cambio de ponerse a su propia afición en contra. Vamos, una joya.

En Barcelona, como no podía ser de otra manera, la forma de actuar del extremo navarro ha sentado como una patada en el bajo vientre. Y no es para menos. Ya no por el hecho de que Nico encajaba a la perfección en el esquema culé, siendo la pieza que faltaba para armar un ataque de ensueño, sino por lo dañada que queda la imagen del Barça, que por segundo año consecutivo ve como el mismo futbolista vuelve a dejarlo en evidencia. Pero no nos engañemos, la situación poco o nada tiene que ver con la vivida hace 12 meses. El pequeño de los Williams vuelve a dejar en la estacada al club dirigido por Jan Laporta, pero esta vez, el escenario que queda tras la negativa del jugador a venir es mucho menos dramático que el de hace un año.

Dos jugadores de fútbol con uniformes rojos celebran en el campo mientras sonríen y señalan con las manos.
Nico y Lamine | @nico_williams9

La decepción por parte del aficionado culé puede que sea incluso mayor que la vivida en la primera ocasión. Ya que esta vez parecía que tan solo una tragedia podía dinamitar la operación. Pero lo cierto es que tras el primer “no” de Nico el club quedaba enormemente tocado. Con la única incorporación de Dani Olmo el equipo dirigido por Flick quedaba cojo en ataque, para intentar hacer frente a un Real Madrid que se había reforzado, y de qué manera, con la llegada de Kylian Mbappé. Se venía de cerrar una temporada en blanco, de despedir el proyecto de Xavi tan solo dos años y medio después de su inicio, con la incertidumbre que ello suponía. Y por si esto fuera poco, una situación económica más que preocupante no invitaba precisamente al optimismo.

Un año después, el escenario es completamente distinto. Nico ha vuelto a dejar en evidencia al Barça, pero en este caso el conjunto azulgrana viene de conquistar un triplete nacional de Liga, Copa del Rey y Supercopa. Tiene un once titular que le permitirá competir por todo el próximo curso, con jugadores jóvenes pero ya consagrados en la élite. Dispone de un entrenador que ha maravillado al mundo con sus ideas futbolísticas. Y, en breve, las puertas del Camp Nou volverán a abrirse, para dar por finalizados dos años de exilio en Montjuic. Además, como guinda al pastel, el club barcelonista está cada vez más cerca de recuperar la tranquilidad económica que tanto necesita, alcanzado la regla del 1:1 que le permitirá operar con normalidad en el mercado de fichajes.

Por lo tanto, es tan cierto que la negativa de Nico a vestir de azulgrana ha sido dolorosa, como que poco o nada tiene que ver con la de hace un año. Un “no” muy diferente que no enturbia lo más mínimo la sensación generalizada de que el próximo puede ser el año del Barça. Esperemos que así sea, y que en 12 meses estemos recordando que, de nuevo, tras una nueva renovación de Williams por Athletic llegó una temporada para enmarcar en clave azulgrana.