Cuando Jorge Valdano dijo aquello de que “el fútbol es un estado de ánimo” sabía a ciencia cierta que tenía razón. Con el tiempo la figura del psicólogo ha pasado a ser más que habitual en la mayor parte de los equipos, demostrando que el bienestar psicológico del futbolista puede llegar a ser igual o más importante que el físico, influyendo directamente en su rendimiento y en factores tan vitales como la resistencia a todo tipo de lesiones. Pero para cosechar triunfos es imprescindible que no solo aquellos que se visten de corto muestren un estado anímico óptimo, también la afición debe sentir esa motivación para poder acompañar a los suyos en el camino hacia el éxito.
Hace poco más de un mes no había demasiados motivos en Can Barça como para derrochar optimismo. Toda la atención estaba puesta en la llegada de Hansi Flick al banquillo culé y en ver cómo avanzaban las gestiones para intentar devolver al club a la regla del 1-1. Pero a nivel deportivo, no se tachaban días en el calendario con el ansia de que volviera a rodar el balón, como pasaba en épocas de mejor recuerdo. Con el trágico final de la temporada anterior todavía muy reciente, los títulos cosechados por el eterno rival pocas semanas atrás y la inminente llegada de Kylian Mbappé a Madrid podríamos decir que la cosas no pintaban excesivamente bien en clave barcelonista.
Pero hay que reconocer que el destino es en ocasiones extremadamente caprichoso, un torneo disputado por selecciones nacionales se ha encargado de devolver el entusiasmo a toda la masa social de un club, una afición que ahora espera impaciente a que se concreten ciertos movimientos para volver a revivir la necesidad de ojear el calendario en busca de partidos donde la camiseta azulgrana esté presente. Sin duda, la Eurocopa de Alemania, y todo lo que ha acontecido en ella, es la principal responsable de este resurgir.
Un Lamine estelar
Sabía el Barça que con el jovencísimo, casi precoz diría yo, Lamine Yamal tenía un diamante en bruto. Un proyecto de crack que cada vez es menos proyecto y más crack. Lo dejó claro durante la pasada campaña, saltándose etapas a una velocidad pasmosa como el que salta a la comba en cualquier parque de Rocafonda. Pero lo de la Euro ha sido un escándalo. Verle desafiar a los mejores defensores de La Liga ya ponía la piel de gallina, observar su soltura con 16 años en unos cuartos de final de Champions fue primoroso, pero lo de Alemania todavía estaba por inventar, ni ha tenido nombre ni se había visto nada semejante.
De la Euro vuelve un jugador que poco o nada tiene que ver con el que se marchó. Aquel que hizo la maleta era un alumno aventajado, el que la va a deshacer es un campeón de Europa ya consagrado, cuando el 99.9% de futbolistas aún no han disputado un solo partido como profesionales a esa edad. El próximo curso el Barça va a seguir disfrutando de Lamine Yamal, del mejor jugador joven de la Eurocopa 2024, pero en este caso lo hará como un futbolista que con apenas 17 años ya tiene al mundo del fútbol rendido a sus pies.
La imperiosa necesidad de fichar a Nico Williams
En apenas 4 semanas el hipotético fichaje de Nico Williams por el Barça ha pasado de ser una simple posibilidad a una imperiosa necesidad. Y lo es por muchos motivos. Primero porque el Barça necesita un extremo en la banda izquierda como el buen comer. Y no me refiero a cualquier parche como han sido hasta ahora Joao Felix o Ferrán Torres, dos jugadores que no están especializados en dicha demarcación. En segundo lugar porque es un jugador con una verticalidad y un desequilibrio en el uno contra uno espectaculares, virtudes imprescindibles para un buen ataque y que con el paso de los años, por desgracia, han ido desapareciendo de la plantilla del primer equipo.
Su llegada también debería ser una prioridad porque, dentro del trágico presente que vive el FC Barcelona en lo puramente económico, el de Nico Williams acabará siendo un fichaje asumible a nivel de cláusula de rescisión, y eso es algo con lo que el Barça no suele encontrarse. Los 58 millones que costaría el futbolista del Athletic son una ganga vista la proyección y el margen de mejora que todavía tiene el jugador navarro de ascendencia ghanesa. Y por último, no debemos pasar por alto su conexión con Lamine, poder juntarlos por una misma causa sin duda es otro de los motivos por los que debería vestir de azulgrana la próxima campaña, cueste lo que cueste.
Un Mbappé terrenal
La Euro de Alemania también ha servido para mostrarnos a un Kylian Mbappé alejado de la brillantez que en el pasado atesoró. El nuevo cromo de Florentino Pérez no ha comenzado con buen pie su andadura como futbolista del Real Madrid, sufriendo una fractura en la nariz en el primer encuentro del torneo y firmando una participación ciertamente gris en el plano individual en los 5 cinco partidos disputados. La calidad del delantero francés está fuera de toda duda, pero quizás el aficionado culé deba esperar a ver el rendimiento de Mbappé vestido de blanco antes de ser catastrofista.
Por tanto, a falta de saber si finalmente el Barça podrá volver a la regla del 1-1 para fichar con cierta normalidad, o de averiguar si el estilo de Hansi Flick es ya palpable desde el minuto cero, la afición barcelonista se ha beneficiado de un aliado inesperado en las últimas semanas. Una Eurocopa que en apenas 30 días, con la inestimable colaboración de los Lamine, Nico Williams, etc, ha renovado los ánimos de una masa social culé que, ahora sí, comienza a tachar días en el calendario a la espera de que eche a rodar el balón.