El aprendizaje de este Barça parece no tener fin. Hasta ahora, cuando los de Flick ofrecían su mejor versión, era prácticamente imposible que se les escapara la victoria. Sin embargo, cuando estaban alejados de su prime, se habían dejado puntos con tremenda facilidad. El sábado tocaba lo segundo. Y es que en Butarque bastaron 10 minutos para ver que aquel era un partido trampa, de esos en los que se pueden perder Ligas si sucumbes, pero también ganarlas si sales vencedor. Césped alto, circulación del balón lenta y pesada, rival agazapado atrás con el cuchillo entre los dientes y contras peligrosas de un Leganés que se jugaba la vida. Mal augurio.
Si el Barça quería tener opciones reales de salir de allí con los tres puntos tocaba dejar de lado las florituras, arremangarse y ponerse el mono de trabajo. Por suerte, en la plantilla culé hay una serie de jugadores que van a la guerra sin titubear. Son soldados de Flick y lo tienen muy claro; si hay que morir por este Barça se muere. Futbolistas ideales para rebelarse ante un destino que parecía escrito, porque conforme avanzaba el partido más forma tomaba la posibilidad de tropezar en tierras madrileñas. Ya sucedió en Getafe, donde el cuadro barcelonista cayó en la trampa de Bordalás y los suyos. Y en Leganés, a menos de 5 km del Coliseum, el panorama era exactamente el mismo.
La noche se complicó todavía más cuando Balde, tras un choque con un rival, no se levantó del suelo. Su cara lo decía todo; algo no iba bien. Tuvo que abandonar el campo y se perderá varios partidos de vital importancia. Pero, si quedaban dudas entre la afición sobre si Gerard Martín podía ser un lateral de garantías para este equipo, estas quedaron disipadas en los siguientes minutos. Quizás no tiene la misma profundidad que su compañero, ni sobresale en ninguna faceta concreta, pero es seguro atrás, se incorpora al ataque como se espera de un lateral culé y recuperó el balón que a la postre supuso el gol de la victoria. En Butarque el Barça perdió a un lateral pero consolidó a otro.
Por extraño que parezca, en el campo de un Leganés que está en zona de descenso, el triunfo no se cosechó desde el ataque. Tocó defender, tanto con el balón como sin él. En el primer tiempo para evitar que los pepineros se pusieran por delante, lo cual hubiera sido mortal de necesidad. Y en la segunda, para salvaguardar el botín de la victoria por la mínima, algo que no fue para nada fácil. Íñigo Martínez y Raphinha, dos hombres que de la mano de Flick atraviesan el mejor momento deportivo de sus carreras, salvaron dos uno contra uno del rival ante Szczęsny en momentos cruciales del partido. La prueba fehaciente de que en el Barça más ofensivo de los últimos tiempos, el trabajo defensivo resulta también vital.
El FC Barcelona pudo dejarse puntos en Butarque, lo cual hubiera hecho que, al menos durante unas horas, el Real Madrid hubiera vuelto a depender de sí mismo para ganar esta Liga. Pero decidió rebelarse ante la situación, hay demasiado trabajo detrás de este equipo como para tirarlo por la borda en una noche aciaga. Y es que cuando las cosas no salen, toca apretar los dientes y pelear. El de Leganés no era un partido más, se vio claramente al poco de arrancar el encuentro, de ahí que el triunfo se celebrará casi como un título. La rebelión de campeón que llevó a cabo el Barça en el extrarradio madrileño puede acabar valiendo una Liga.