Jugadoras de fútbol con chalecos verdes aplauden y saludan al público en un estadio lleno de espectadores

Perder para poder seguir ganando

La derrota del Barça femení en Lisboa ha supuesto un duro varapalo para un equipo habituado al éxito.

Hay que reconocerlo, lo de Lisboa fue todo un chasco. Pocas veces un equipo había sido tan favorito en una final de Champions femenina como lo era el Barça en tierras lusas. Solo cuando el Olympique de Lyon gobernaba el continente con mano de hierro se generaba esa misma sensación; la de que nadie estaba a la altura del vigente campeón. Las victorias aplastantes sobre el Wolfsburgo en cuartos (10-2) y sobre el Chelsea en semis (8-2) fueron tan demoledoras que, a la postre, han resultado más nocivas que positivas para los intereses azulgranas. Porque la sensación previa a la finalísima era que solo una tarde nefasta de las jugadoras de Pere Romeu, combinada con otra excelsa del Arsenal, daría unas mínimas opciones a las “gunners”. Pero el fútbol, igual que el destino, es caprichoso, y muchas veces nos acaba brindando escenarios que parecían poco probables.

El Barça empezó la Champions sin marcar, cayendo por 2 a 0 en Manchester. Y la cerró del mismo modo, también sin ver puerta en la final. De por medio, 44 tantos en 9 partidos, con una media que roza los casi cinco goles por encuentro. Esas cifras de escándalo no fueron suficientes para que, en una tarde aciaga, el FC Barcelona levantara de nuevo el máximo trofeo continental, en un choque donde el conjunto barcelonista estuvo alejado de la finura a la que nos tiene acostumbrados. Mérito del Arsenal, por supuesto, haber logrado que no aflorara la mejor versión culé, maniatando en todo momento a las jugadoras diferenciales del que era el vigente campeón. 

Ni Alexia ni Aitana estuvieron cómodas en ningún momento, y eso se notó en la velocidad a la que circulaba el balón. Carline Graham Hansen, para mí la jugadora más desequilibrante del mundo en el uno contra uno, no tuvo su tarde a la hora de desbordar. Ni Claudia Pina primero ni Salma después consiguieron darle profundidad al costado izquierdo. Y Ewa Pajor, disfrazada de killer durante todo el curso, estuvo bastante desasistida durante el partido. Todo lo que pudo salir mal salió mal en ataque. Un equipo diseñado para morder arriba, hasta hacer desfallecer al rival, estuvo prácticamente inoperante en el plano ofensivo. Y en una final, si no marcas, tienes todas las de perder.

Pero la derrota forma parte del camino. Lo era cuando este equipo no lograba conquistar títulos. También cuando empezaron a despuntar levantando diferentes trofeos. Antes de reinar en Europa tuvo que morderse el polvo ante el Lyon. Y cuando ya se había conquistado el continente, se volvió a caer ante las francesas. Perder es parte del juego, concretamente la que le da todo el valor del mundo a ganar. Haber disputado 6 de las últimas 7 finales de Champions avalan el trabajo que se hace día tras día en el Barça femení. Y haber ganado tres de las últimas cinco deja sin palabras a cualquiera. Con la final de Copa de la Reina todavía por jugarse, la derrota en Lisboa servirá para que el próximo curso veamos un conjunto azulgrana más hambriento que nunca, con la imperiosa necesidad de volver a recuperar su corona continental. Sí amigos, por extraño que parezca, a veces es necesario perder para poder seguir ganando.