En la sufrida victoria en el Ciutat de Valencia quedaron claras muchas cosas. Algunas preocupantes, como la fragilidad defensiva mostrada por el FC Barcelona en los primeros 45 minutos. O que la idea de utilizar a Rashford en el extremo izquierdo para mover a Raphinha hasta la mediapunta no dio buenos resultados, al menos, de primeras. Pero otras, en cambio, dan para ser muy optimistas con este equipo. Volvió a quedar claro que el Barça mantiene intacta la raza que le permitió remontar en innumerables ocasiones la temporada pasada. También que Lamine Yamal no se arruga ni tan siquiera en los partidos en los que no acaba de estar fino en el desborde, apareciendo constantemente y generando pánico en la defensa rival. Y, por último, que Pedri sigue estando a un nivel superlativo demostrando que, por improbable que parezca, la perfección puede alcanzarse sobre un terreno de juego.
El de Tegueste volvió a firmar un partido descomunal en tierras valencianas, y ya van muchos. En el primer tiempo movió el balón como nos tiene acostumbrados, pero sin que arriba el equipo dispusiera de la finura y la explosividad habituales. Pero fue en el segundo tiempo cuando el tinerfeño se echó literalmente al equipo a la espalda, para comandar una remontada que él mismo inició con un soberbio disparo desde la frontal del área, un misil que se coló por la escuadra del marco del Levante y que hizo temblar las piernas a un cuadro local que veía reducida su ventaja. Y es que Pedri viene demostrando, ya desde hace tiempo, que también puede ser un centrocampista con llegada, y si no que se lo digan al Real Madrid en la pasada final de copa, donde el ex de Las Palmas firmó también un auténtico golazo desde la lejanía.

Sin ese tanto psicológico, por el hecho de que llegara nada más reanudarse el partido tras el descanso, muy difícilmente el Barça hubiera podido culminar la remontada con éxito. Hubo un partido antes del gol de Pedri y otro completamente distinto después, con un Levante ya tremendamente inseguro y un conjunto azulgrana incluso confiado de que le acabaría dando la vuelta al marcador. Pero la oda al fútbol del ex de Las Palmas no quedó ahí, le metió una marcha más al encuentro justo cuando su equipo necesitaba aumentar la intensidad, para ahogar a un rival mermado ya en lo físico y también en lo anímico. Se jugó a lo que Pedri quiso. El balón adquirió mayor velocidad que en el primer tiempo y la defensa granota ya no llegaba a tapar todos los agujeros que se generaban, culpa de un director de orquesta que sabe en todo momento lo que le conviene a los suyos.
Y, por si fuera poco, veíamos también al centrocampista canario desfondarse a la hora de intentar recuperar el balón. Con un Barça volcado en busca del tanto de la victoria y un Levante intentando salir a la desesperada al contragolpe, el chico se permitió, incluso, el lujo de robar algún que otro balón para seguir manteniendo la posesión. En Valencia Pedri marcó el ritmo de juego en todo momento, moviendo la pelota a la velocidad que requería el partido y cargando el ataque sobre izquierda o derecha en función de lo que creía mejor para los suyos. Se desfondó en defensa y supo retener la posesión del esférico cuando el resultado ya era favorable. Se comió él solito el centro del campo en un choque que se puso muy cuesta arriba para el Barça. Y se encargó de anotar un auténtico golazo que sirvió para poner la primera piedra de la posterior remontada. Seguidores del FC Barcelona, disfruten del centrocampista total porque existe y lo tienen en casa; se llama Pedro González, pero pueden llamarle Pedri.