El FC Barcelona afrontaba esta temporada con muchas expectativas puestas en las nuevas incorporaciones del primer equipo. Con la llegada de Hansi Flick al banquillo, se abrió una etapa de reconstrucción donde algunos nombres propios tomaron especial protagonismo, y uno de ellos fue el de Dani Olmo. El fichaje del mediapunta generó consenso entre la dirección deportiva y el técnico alemán: su perfil encajaba con la idea de juego y su pasado en La Masía despertaba una conexión.
Los primeros compases tras la llegada de Dani Olmo alimentaron el entusiasmo de la afición. Aunque su debut se hizo esperar, cuando por fin pisó el césped con la camiseta azulgrana, dejó claro por qué se le había elegido: personalidad, talento y capacidad para marcar diferencias. Sus siguientes actuaciones confirmaron que podía ser uno de los ejes del nuevo proyecto, pero esa ilusión ha ido perdiendo fuerza con el pasar de los últimos meses.
Un curso condicionado
El principal obstáculo de Dani Olmo en su primera temporada como azulgrana ha sido su fragilidad física. El español ha tenido una campaña plagada de lesiones musculares que le han impedido consolidarse como un jugador determinante. Entre recaídas y fases de recuperación, ha perdido ritmo de competición y regularidad, dos aspectos clave en un equipo que necesita referentes estables.
Sus cifras no son malas —11 goles y 6 asistencias—, pero su influencia real ha sido inferior a lo que se esperaba. En los encuentros más exigentes, como la final de Copa del Rey ante el Real Madrid o la eliminatoria de Champions frente al Inter, su participación fue discreta. La falta de continuidad ha minado su confianza y lo ha alejado del rol protagonista que Flick le había reservado al inicio del curso.
Flick confía, pero el club escucha ofertas
Pese a todo, el técnico no ha perdido la fe en Olmo: lo considera un jugador con potencial para ser clave a medio plazo si logra superar sus problemas físicos. Su versatilidad, inteligencia táctica y experiencia internacional lo convierten en un perfil difícil de encontrar en el mercado. No obstante, en los despachos del club el análisis es más frío: si la situación no mejora, su venta podría convertirse en una vía para equilibrar cuentas y reorientar el proyecto.
En ese sentido, no se descarta una salida si llega una oferta superior a los 70 millones de euros. Aunque no está en la lista de transferibles, tampoco es intocable: su contrato con el Barça se extiende hasta 2030, y de momento, el jugador no contempla un cambio de aires. Pero con el mercado a punto de abrir y la necesidad del club de tomar decisiones importantes, su futuro vuelve a estar sobre la mesa.