En una noche de partido grande de Euroliga, el Palau albergaba el enfrentamiento que cruzaba a un Barça con ganas de batir a su rival directo, ni más ni menos que el Real Madrid. El choque de gigantes se presentaba como una oportunidad para estrenarse en Euroliga, ya que el primer partido se perdió frente al Olympiakos.
Con una afición volcada desde un inicio con el equipo, el Palau se volvió una olla a presión como pocas veces se había visto, y él Barça lo sabía, así que se tenía que aprovechar.
Inicio frenético
El partido empezaba de estreno para el Barcelona. La afición rugía por cada balón que tocaban sus jugadores, motivándolos en un inicio de ataque espléndido. Sin embargo, al Madrid tampoco le temblaba el pulso, atacando y haciendo daño a la espalda de una defensa un tanto espesa desde buen inicio.
En los banquillos tampoco se respiraba tranquilidad. Saras exigía desde el minuto 1 mucha intensidad a los suyos, recriminando cada mala acción de sus jugadores. Gracias a esa intensidad que pedía el entrenador lituano, él Barça se ponía 16-6 en la mitad del primer cuarto de partido, donde el Madrid pedía tiempo muerto para reconducir la situación.

El partido continuaba siendo un ida y vuelta entre ambos equipos. Fruto de las constantes pérdidas que provocaban los dos rivales, cada balón era una oportunidad para sacar puntos. Con la entrada de Jokubaitis y Vesley, el técnico azulgrana buscaba darle más aire al equipo, pero sabía que la partida iba de ganar los duelos exteriores que ofrecía el Madrid. Por su lado, los blancos no se sentían del todo cómodos ante las constantes jugadas rocambolescas de Laprovittola para buscar a los grandes de Vesley y Tobey en la pintura.
El primer cuarto cerró con un 24-15 a favor de los locales.

Un segundo cuarto con la misma tónica
El segundo cuarto empezaba fuerte. El tiro a media distancia predominaba en los ataques de ambos equipos. En el Barça, después de su incansable esfuerzo en defensa, salía Kalinic para dar entrada a a nuevos refuerzos como Higgins y su magia con el balón.
Chus Mateo, consciente de la situación, decidió mover ficha por parte del Real Madrid. Los cambios permitieron sacar lo mejor de Tavares, gran estrella del equipo. El jugador caboverdiano anotaba sin descanso. Su posicionamiento en defensa y su agresividad para entrar en la pintura desesperaba a una afición que veía como el marcador estaba en 30-22 en la mitad del segundo cuarto.

La intensidad del partido seguía subiendo sin frenar, con dos equipos que ya iban a marchas muy revolucionadas. Las constantes recuperaciones en defensa permitieron al FCB oxigenar las jugadas y hacer que el Madrid pensara demasiado en la defensa. No obstante, el segundo cuarto tuvo nombre y apellido: Tomas Satoransky. El checo, el arma que Saras utilizó para organizar un ataque desatado. Este cuarto se cerraría con un 40-30 a favor de un Barça muy superior.
El Palau, volcado con el equipo
El tercer cuarto no iba a quedarse atrás de lo que fueron los dos anteriores. Un parcial de 49-38 vislumbraba en el marcador. Aún así, las sensaciones eran las de un Madrid que cada vez se veía más capaz de remontar el partido. La velocidad del juego era cada vez más intensa. Los golpes entre ambos equipos no cesaban. El Barça mantenía la intensidad en el ataque, hurgando en la sangría defensiva que sufría el Madrid constantemente. Chus no encontraba solución ni en Yabusele ni en un Tavares que desapareció por completo. Llull tampoco estaba lúcido, y Deck no podía sostener el equipo él solo.
Saras insistía y remarcaba a sus jugadores donde no podía fallar la defensa. Las transiciones hacían daño, y el Madrid cada vez más encontraba huecos en la pintura. No existía tregua entre los dos equipos. El entrenador lituano decidió mover el banquillo: Lapro pasaba a jugar de escolta mientras que Jokubaitis sería el encargado de repartir juego y, sobre todo, de conectar con Vesley. Sabía que los blancos no podían frenar al que fuera MVP de la Euroliga en 2019. El marcador terminaría siendo de 63-52 para el final del penúltimo cuarto.
Un final de infarto
Último cuarto, y con ello, los nervios finales se iban apoderando en el palau. Los de Chus insistían con un Deck que no cesaba en su empeño de quitarse la defensa individual de Kalinic. En ataque, Tobey seguía dejando en mal lugar la defensa que ofrecía el francés Vincent Poirier.
Las cosas no le salían al visitante. O alomejor era el dia del Barça. No se fallaba ningún triple, y los grandes del FCB demostraban su habilidad desde el perímetro. Y cuando se entraba en la pintura, el Madrid era incapaz de reaccionar. El partido se iba 69-52.

El tiempo pasaba y las ideas de los de la capital carecían cada vez más de sentido. Mérito en la defensa diseñada por el técnico azulgrana sobre los jugadores más importantes de los blancos. Pese a ello, nunca hay que relajarse, y menos con un rival directo. El Madrid vio dos huecos libres en ataques diferentes, lo que les permitió situarse 11 por debajo.
La entrada de Sanli permitió al equipo de Saras ganar fuerza desde fuera junto con un Higgins que no vivió su mejor partido, y con un Abrines que demostró cumplir con las tareas defensivas y ofensivas que el equipo necesitaba cubrir. Satoransky, por su lado, jugaba a los que quería, desquiciando a la estrella de los blancos Tavares, que se iba al banquillo por un bloqueo ilegal provocado por el propio checo.

El aliento del Palau
A falta de 2 minutos y 37 segundos, el marcador reflejaba un 74-63 que evidenciaba la relajación de los de Saras y permitía al Madrid soñar con una victoria sobre la bocina.
La tensión se palpaba en el ambiente. 75-69 en el marcador a falta de 1 minuto. La afición gritaba, pero él Barça fallaba y eso lo aprovechaba el Real Madrid. Con un 75-73, el Barça se veía arrinconado ante un Madrid que creía en un Llull que nunca falta en las citas finales. Por suerte del equipo local, el base español falló el triple, y entre muchos rebotes, el FCB se hizo con el balón y con ello, con un partido que permite a los de Saras sumar su primera victoria en esta Euroliga.